jeudi 28 juin 2012
Yo no quiero ser siempre el ácido, ni anclarme en las nimiedades de la normalidad.
Estratos:
desire,
días,
errores,
excesos.,
HacheetEquis,
manías,
mierda incoherente,
miradas,
momentos,
pensamientos fugaces,
revelations
jeudi 14 juin 2012
Nos aprendemos con los ojos, cuando podemos vernos, pero ahora el cielo me está aplastando.
A veces pienso en cómo podría llegar a ser todo si no volvemos a conectarnos bajo lluvia naranja, sin sentir el abrazo rotundo, protejidos por la barandilla negra, y la madrugada helando la ventana de hierro diagonal.
Echo de menos, y me gustaría poder escribirlo más directamente.
Poder traducirme al cien por cien, y mejorar esta vinculación con cada letra, pero me es imposible. Siempre me he obligado, porque otros me había obligado, me esclavicé del mutismo, y ya es demasiado tarde.
Aún hacía frío, pero el sol estaba dorado aquella tarde, sangrábamos en segundo plano, al saber que quedaba poco tiempo, y tú me acariciabas la piel sobre las medias, a la rivera de un río desconocido.
Una dedicatoria en espiral. Y las pupilas florecientes bajo el tamiz de aquellas nubes.
Cuando nos protegíamos en el iglú, la televisión murmuraba en el fondo, echaba de menos el brillo de las miradas, y no podía dormir, me ponía la camiseta, pero nada podía ayudarme, ni los chorros de agua fría, ni la ducha, ni la ventana, y entonces dormía.
Cuando aún nos analizábamos, cuando cada uno tan sólo era la constitutción final de toneladas de máscaras y palabras. Los besos de colores, cuando ganábamos algo de terreno al desconocimiento.
Las sábanas usadas y húmedas, como cuando tú despertaste de aquella pesadilla, y los besos mientras dormías. Cuando me enfadaba, y al marcharme por las mañanas, me sentía la persona más desarraigada del mundo, continuando una rutina incierta.
Cuando pensaba que no me querrías, ni me querías.
A veces pienso en cómo podría llegar a ser todo si no volvemos a conectarnos bajo lluvia naranja, sin sentir el abrazo rotundo, protejidos por la barandilla negra, y la madrugada helando la ventana de hierro diagonal.
Echo de menos, y me gustaría poder escribirlo más directamente.
Poder traducirme al cien por cien, y mejorar esta vinculación con cada letra, pero me es imposible. Siempre me he obligado, porque otros me había obligado, me esclavicé del mutismo, y ya es demasiado tarde.
Aún hacía frío, pero el sol estaba dorado aquella tarde, sangrábamos en segundo plano, al saber que quedaba poco tiempo, y tú me acariciabas la piel sobre las medias, a la rivera de un río desconocido.
Una dedicatoria en espiral. Y las pupilas florecientes bajo el tamiz de aquellas nubes.
Cuando nos protegíamos en el iglú, la televisión murmuraba en el fondo, echaba de menos el brillo de las miradas, y no podía dormir, me ponía la camiseta, pero nada podía ayudarme, ni los chorros de agua fría, ni la ducha, ni la ventana, y entonces dormía.
Cuando aún nos analizábamos, cuando cada uno tan sólo era la constitutción final de toneladas de máscaras y palabras. Los besos de colores, cuando ganábamos algo de terreno al desconocimiento.
Las sábanas usadas y húmedas, como cuando tú despertaste de aquella pesadilla, y los besos mientras dormías. Cuando me enfadaba, y al marcharme por las mañanas, me sentía la persona más desarraigada del mundo, continuando una rutina incierta.
Cuando pensaba que no me querrías, ni me querías.
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penal,
pensamientos fugaces,
personajes,
revelations,
sensaciones,
Sexo
dimanche 10 juin 2012
Columpio.
Tú soñaste que yo me enfadaba contigo por subirte mal a un columpio, aunque luego me convencías para subir contigo, y el columpio se convertía en una mecedora.
Y nos pedíamos perdón, y seguíamos oscilando cubiertos de mantas.
Así fue como lo contaste.
Yo soñé que un loco nos perseguía y teníamos que arrojarle una bolsa llena de pintura para que nos dejara en paz.
Después tuve miedo de no volver a sentir tus abrazos rotundos, o de tener que abortarlo para que no hiciera daño, y miraba el cielo para empapar los ojos, pero no las mejillas o la camisa.
Te necesito todos los días.
La miel.
Y nos pedíamos perdón, y seguíamos oscilando cubiertos de mantas.
Así fue como lo contaste.
Yo soñé que un loco nos perseguía y teníamos que arrojarle una bolsa llena de pintura para que nos dejara en paz.
Después tuve miedo de no volver a sentir tus abrazos rotundos, o de tener que abortarlo para que no hiciera daño, y miraba el cielo para empapar los ojos, pero no las mejillas o la camisa.
Te necesito todos los días.
La miel.
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