Levitamos en el habitáculo de la gran ballena mecánica, su piel refleja y es de espejo, material místico y socorrido.
Levitamos al cabalgar de las olas del viento. Afuera, las hogueras de las vanidades queman la tierra, pero no importa.
Arropados por jugos maternales, descubrimos que el reflejo existe dentro del propio reflejo, así como la sombra existía hace años dentro de la propia sombra, (todo era un juego).
Vivimos en el habitáculo de tablas, y nada puede pasar,
nada, hasta que se apaguen las luces.
Me Encanta. Sigue así.
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