Me gustaba la ciudad amarilla más por el concepto que por la forma, me gustaba por la incertidumbre que sostenía lo ideal y que terminó explotando.
Por la ventana diagonal, y por la radio que complementaba los silencios que gritaban.
Por la ventana diagonal, y por la radio que complementaba los silencios que gritaban.
Los efectos matéricos del terciopelo.
Me gustaba incluso el sonido del despertador rojo, cuando todo parecía eterno, y el número no tenía importancia.
Ayer volví con los pies descalzos y el corazón pesado, y quise captar la mirada de hambre (después de todo). No tengo el pelo bonito.
Está siendo complicado continuar creyéndolo.
El humo a las cinco de la mañana sólo servía para eclipsar el vacío. El aire olía a marrón y lluvia, y había abejas muertas sobre la hierba.
Je ne sais pas,
"Cada uno en su lugar"
Te sigo desde hace tiempo y sé de sobra que son muchas las ocasiones en las que no consigo llegar a entender por completo lo que tú quieres expresar. Pero, aún así, adoro leer lo que escribes y nunca dejaré de tener la carne de gallina y el corazón encogido cuando llego a la última línea de la entrada. Podría decir muchas cosas, pero me limitaré a un: "Enhorabuena y gracias".
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