Por aquel entonces ella no tenía nombre, sólo era una imagen conocida exclusivamente en un reducido tanto por ciento, parecía que su cuerpo de color tímido e imposible de determinar sólo fuera la plantilla que desechaba las ideas se burbujeaban en su cabeza.
Me gustaba observarla de lejos, (siempre café, siempre la vista hacia el suelo) y fantasear como siempre.
Me dí cuenta un mediodía en el coche, recuerdo cuánto tuve que girar la cabeza para no perderme ninguna milésima de segundo de su paso titubeante.
Viento olía a Otoño, soledad, belleza incomprendida, muchas ganas de gritarte todo lo que tenía censurado por dentro.
Recuerdo la primera vez que escuché su voz ultrasensible, fue un breve momento, sólo susurró un número, pasó el tiempo, y eclipsada por música insípida, tuve que camuflar mi verguenza con una sonrisa, luego, la espié por el hueco de la escalera..
pero, ¿ya no era lo mismo?
Qué hermoso...
RépondreSupprimerExcelentes letras, el texto me atrapo desde el principio, muy bien, me fascino.
RépondreSupprimerFructíferos saludos
Brenda Ladurie